Cultura

Con tener talento no te alcanza: Escribo bien, pero aburro

Primera entrega del taller literario "Con tener talento no te alcanza", a cargo de Marcelo di Marco y con ilustraciones de Jorge Estefanía.

Por Marcelo di Marco

A la hora en que la hija de la mañana, la aurora de rosados dedos, doraba los hocicos de los lobos marinos del puerto de Mar del Plata, despertábase Pukkas, el sufrido discípulo de Tío Marce. Pukkas se levantó de la cama, se duchó, se vistió, colgó del hombro la mochila con su notebook dentro, y semejante a un dios salió del cuarto y encaminose a desgastar con las suelas de sus borcegos el umbral de la casa de su personal trainer literario.

-¿Qué me conviene hacer, maestro -díjole, una vez ya instalado en su pupitre-, para mejorar mis relatos?

-Mejorarlos en qué sentido. ¿Escribirlos mejor? Como escribir, vos escribís bien. Escribís correctamente, digamos.

-Ahí está el punto. Escribo mis cuentos “correctamente”, pero necesito que interesen más. A veces pienso que me falta imaginación.

-Vos sos un tipo muy imaginativo, y también talentoso.

-Si usted lo dice… Pero desde hace unos días vengo dudando de si tengo talento.

-No tenés por qué amasijarte tanto por eso, porque talento tenemos todos.

-¿Será que a algunos nos cuesta más que a otros?

-Cada uno tiene el talento que tiene, Pukkitas. Pero está en nosotros sacarle brillo a ese talento.

-Me hace acordar de uno de los lemas de su taller: “Con tener talento no te alcanza”.

-Es que hay que trabajar ese talento, ponerlo en acción para dirigirlo hacia un objetivo concreto. ¿Vos sabés cuál es tu objetivo?

-¿Como escritor? Escribir bien.

-Ajá. ¿Y para qué?

-Para contar historias que dejen una marca en la gente que me lea.

-Por ahí vas mejor encaminado. Un buen personal trainer literario debería enseñarte a “escribir bien”, pero más que nada a contar mejor. Porque la clave es el relato.

-¿Y qué es el relato, maestro?

-¿Conocés la definición que da John D. MacDonald en su brillante introducción a El umbral de la noche, el primer libro de cuentos de Stephen King?

-Sé que MacDonald fue un autor de policiales, maestro. Pero… ¿cuál es su definición de relato? ¿Tiene el libro a mano?

-La definición es tan buena que me la aprendí de memoria: “El relato es algo que le ocurre a alguien por quien te preocupas, porque te han inducido a ello”.

-¿Así de simple?

-Que no sea una definición complicada no significa que sea simple. Sería simple, en el sentido peyorativo, si MacDonald hubiera dicho solamente que “el relato es algo que le ocurre a alguien”.

-Simplemente, no estaríamos hablando de él ni de esa pavada bastante redundante.

-Exacto, porque MacDonald dice que el relato es algo que le ocurre a alguien, sí, pero a alguien por quien vos te preocupás…

-… “porque te han inducido a ello”.

-Tal cual, palabras textuales que conviene asimilar. Una vez me preguntaron cómo sabía yo que una narración estaba funcionando. Y contesté que cualquier novela o cuento funcionan cuando al leerlos siento que me estoy preocupando por lo que les pasa a los personajes.

-Entonces la clave está en cómo contar para…

-… para inducirlo al lector a que se preocupe por lo que les está pasando a los personajes, tanto a los protagonistas como a los secundarios. Ese sería el complejo sentido de la definición de MacDonald. Definición compleja, pero no complicada.

-El asunto es entonces conseguir que el lector se preocupe. Pero es ahí donde fallo, máster. Empiezo bien mis historias, debo reconocerlo, pero a mitad de la primera página empiezo a naufragar.

-¿Por qué?

-Porque me pregunto si lo que estoy escribiendo le interesará a alguien.

-Te noto muy preocupado por lo que piense el lector. Y hacés bien, porque en realidad estamos escribiendo para él. Ya lo dije en Hacer el verso: la literatura es un para, porque salgo de mí para llegar al otro.

-Entonces mi preocupación por lo que piensa el lector es legítima.

-Totalmente. Pero convendría que concentres esa preocupación de un modo sano y creativo. No tensionado.

-Me cuesta, Tío Marce.

-A lo mejor recordar lo que dice Horacio Quiroga en su Decálogo te ayude a relajarte un poco: “No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida del cuento”.

-Vida. Esa es la palabra clave. Yo procuro darles vida a mis cuentos desde los comienzos.

-Los comienzos que vos inventás para tus historias revelan que tenés alma de buen narrador. Son originales, y arrancan con garra.

-Más de una vez usted me dijo que el buen cuento consigue agarrarlo al lector de las solapas de entrada.

-Eso me pasa cuando te leo a vos, y te paso un par de ejemplos que les pido prestado a otros escritores para que veas que vas bien encaminado. Este es de Juan Rulfo, del cuento “¡Diles que no me maten!”. El cuento empieza en mitad de la cosa, cuando el protagonista se encuentra prisionero y manda a Justino, que es el hijo, a suplicarle piedad al coronel que está por fusilarlo. Desde el comienzo sale quemando gomas:

-¡Diles que no me maten, Justino! Anda, vete a decirles eso. Que por caridad. Así diles. Diles que lo hagan por caridad.

-No puedo. Hay allí un sargento que no quiere oír hablar nada de ti.

-Haz que te oiga. Date tus mañas y dile que para sustos ya ha estado bueno. Dile que lo haga por caridad de Dios.

-No se trata de sustos. Parece que te van a matar de a de veras. Y yo ya no quiero volver allá.

-Anda otra vez. Solamente otra vez, a ver qué consigues.

-No. No tengo ganas de eso, yo soy tu hijo. Y si voy mucho con ellos, acabarán por saber quién soy y les dará por afusilarme a mí también. Es mejor dejar las cosas de este tamaño.

-Anda, Justino. Diles que tengan tantita lástima de mí. Nomás eso diles.

-¿Qué me contás, Pukkas?

-Increíble. Te sumerge de prepo en la historia, y sentís que cada línea importa.

-¿Te preocupa la historia de Juvencio entonces?

-Quién es Juvencio. ¿El protagonista?

-El protagonista, el que están por fusilar.

-Me importa tanto que ni siquiera me di cuenta de que en el comienzo que usted acaba de citar no tiene nombre. Qué poder el de Rulfo.

-Y es así. Conviene tener muy en cuenta lo que una vez contestó en una entrevista. Dice Rulfo que él trata de evitar lo que llama “momentos muertos, en que no sucede nada”.

-Notable consejo.

-Mirá este otro arranque, que tomé del sitio Ciudad Seva. Es de un cuento indio, anónimo:

El monarca de un reino de la India tuvo noticias de que había en la localidad un faquir capaz de realizar extraordinarias proezas. El rey lo hizo llamar y, cuando lo tuvo ante él, le preguntó:

-¿Qué proezas puedes efectuar?

-Muchas, majestad -repuso el faquir-. Por ejemplo, puedo permanecer bajo tierra durante meses o incluso años.

-¿Podrías ser enterrado por diez años y seguir con vida después? -preguntó el monarca.

-Sin duda, majestad- aseveró el faquir.

-Si es así, cuando seas desenterrado, recibirás el diamante más puro del reino.

Se procedió a enterrar al faquir.

-¿Y qué pasó, máster? No me deje con la intriga.

-Eso averigualo googleando. En Ciudad Seva están por orden alfabético de autor todos los cuentos que conviene leer. Este se titula: “Diez años después”.

-A mí me resulta muy fácil arrancar, máster.

-No es fácil, pero vos lo conseguís.

-Pero, cuando la historia avanza…, a veces aburro.

-Lo dijiste vos, conste. Buen autodiagnóstico.

-Lo que pasa, maestro, es que no acierto a descubrir por qué me pasa eso. Y usted mismo lo dijo: mis argumentos son interesantes en el arranque. Pero sólo en el arranque. Porque debo reconocer que hasta yo mismo me aburro cuando estoy escribiendo. Y sobre todo cuando me leo me aburro.

-Me imagino cómo deberán de aburrirse nuestros lectores, si el primer aburrido es uno.

-Tal cual. A veces me dan ganas de ir a la punta de la escollera y probar si mi notebook sirve por lo menos de frisbi.

-Lindo asunto para empezar a contar una nueva historia. ¿Te imaginás? Tu notebook dándole en la nuca al dios Neptuno.

-Y él en venganza me manda una legión de tritones a descuartizarme mientras estoy durmiendo.

-¿Ves que imaginación no te falta? O mejor pensá que tirás tu notebook al agua después de haberte bajado un par de birras, y fumándote que la tirás como si fuese una botella. Una botella lanzada al mar. Vaya a saber qué mensajes le descubrirá adentro quien encuentre esa reliquia, dentro de un milenio, en las costas de Zothique.

-¡Descubrirá las historias más aburridas del mundo!

-Y dale con pegarte. Mejor hacete la pregunta clave: ¿por qué mis historias aburren, si empiezan bien? Laburá la respuesta, y en quince días nos vemos. Y acordate: “Con tener talento…

-… no te alcanza”.

RECUADRO

En 1997, Marcelo di Marco (www.tcyc.com.ar) revolucionó la enseñanza de la escritura creativa al publicar Taller de Corte y Corrección. Vigente desde hace más de un cuarto de siglo, la más reciente edición de esta guía para la creación literaria data de 2022: a finales de junio entró en la Colección Best Seller del sello Debolsillo (Penguin Random House), y se agotó en menos de dos meses.

Jorge Estefanía, quien nació en Otamendi y vive en Mar del Plata, es dibujante, caricaturista, escritor, bajista y profesor de Educación Física. En 2022, publicó por Gogol Ediciones “La luz que cayó del monte”, libro de cuentos basados en la obra de H. P. Lovecraft.

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